El Bautismo es el primero de los siete sacramentos de la Iglesia, ya que por el Bautismo entramos en la vida nueva de los hijos de Dios en el seno de la Iglesia. Es la puerta por la que entramos a formar parte de la gran familia eclesial y empezamos el camino para ser sinceramente discípulos de Cristo.
Recibir el Bautismo significa empezar una vida nueva, la vida de los hijos e hijas de Dios. Es como un nuevo nacimiento, en que Dios Padre acoge a su hijo y lo llena de su gracia, de su amor. Dios ama entrañablemente a todos los hombres y mujeres, quiere que todos se salven, y nos ofrece unos medios para poder alcanzar esta felicidad en Él. El Bautismo lava a la persona, de manera que queda libre del pecado original, y puede empezar el camino de una vida nueva con la fuerza de la gracia de Dios; se ha convertido en una nueva criatura, sumergida e injertada en el camino de Jesús.
Por el Bautismo, el cristiano queda más unido a Jesús, recibe la fuerza del Espíritu Santo para vivir tal como él nos enseñó. Como nos dice san Pablo, el bautizado ha muerto con Cristo a la vida antigua y ha resucitado con Cristo a la vida nueva (Rom 6,3-4), a la vez que también ha sido revestido de Cristo. En definitiva, el bautizado ha quedado configurado a Cristo con una marca espiritual imborrable, que es el sello del Espíritu Santo.
Por otro lado, el Bautismo nos incorpora en la gran familia de los cristianos, que es la Iglesia. Como miembro de Cristo, forma parte de la comunidad eclesial, que es el Cuerpo de Cristo. Se ha convertido, por tanto, en hermano de todos los demás bautizados.
Decir, también, que el Bautismo es el sacramento más comúnmente aceptado por todas las confesiones cristianas, hasta el punto que es el más reconocido recíprocamente.
Finalmente, el Bautismo es el sacramento por el cual se hace presente el testimonio de la fe, que se va transmitiendo de generación en generación, es decir, la evangelización, el anuncio de la Buena Noticia y nuestro enraizamiento de la fe en el Dios Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, fe en la cual somos bautizados.