LA MISA DE PRIMERA COMUNIÓN

Artículo de Jaume González Padrós publicado en la sección de liturgia de Cataluña Cristiana (14 de mayo).

Cabe suponer que, cuando un niño o una niña participan por primera vez del pan de la vida comulgando sacramentalmente, llevan ya mucho tiempo participando de la eucaristía dominical, junto a su comunidad. Es impensable, hoy en día que un niño pueda llegar al día de su primera comunión eucarística sin tener amplia experiencia de participación en la misa del domingo.

Donde se ha establecido esta realidad como prioridad educativa dentro de la iniciación cristiana, se puede observar la evolución de los niños en cuanto a su capacidad de participar activamente y conscientemente. Aquí se pone de manifiesto el resultado conseguido en unas personas integradas en la oración de la Iglesia, gracias a una comunidad que las ha educado.

Claro que, para llegar a esta situación, es imprescindible el papel de los educadores: los / las catequistas y el sacerdote. Participar en la eucaristía dominical junto al catequista es imprescindible si queremos que los niños se sientan realmente convocados y esperados en su comunidad. La catequista los irá guiando a través de la celebración, los indicará el texto que hay que pronunciar, será su modelo con respecto a los gestos, su proximidad les proporcionará seguridad. Será quien, para los niños, personalice esta comunidad concreta que acoge.

El sacerdote es, junto al catequista, una mediación clave en este contexto. Conocer los niños, poder dirigirse a ellos pronunciando su nombre, incluso en la homilía (cf. Directorio para las misas con participación de niños, 48), tener con ellos un proyecto pedagógico de educación litúrgica, hablar con el grupo, después de la celebración, aclarando cuestiones e insistiendo en algunos puntos fuertes, y usar siempre el lenguaje positivo del entusiasmo, es imprescindible si queremos, como hemos dicho, educar en el arte de la oración litúrgica. Y dentro de ella formar para vivir con intensidad la oración eucarística como momento cumbre de la celebración. Porque de algo estamos convencidos: los niños son capaces de admirarse con gran atención, de comprender y de sentir espiritualmente. En este tiempo pascual, y ante las celebraciones de la eucaristía donde no pocos niños participarán del pan de vida y del cáliz de salvación por primera vez, es bueno reflexionar para no convertir estas celebraciones en anécdotas pastorales y en un mero paréntesis vital, donde todo está hecho tan a la medida infantil que se vive como realidad huidiza, como lo será, sin duda, la fiesta posterior a la misa con familiares y amics.Una celebración de la eucaristía, con los niños de primera comunión, serena, sencilla y digna, rodeada de alegría santa, en expresión ritual fiel a los libros litúrgicos y en proximidad cariñosa hacia todos, es la mejor manera de sembrar, a las almas los que están caminando hacia la edad adulta de su personalidad cristiana, la buena semilla de la verdadera oración de la Iglesia.