EL BAUTISMO DEL SEÑOR

El bautismo de Jesús otorga la participación en la obra del Padre (misión) y una nueva identidad, la de hijo/a y la de hermano/a. Los Padres de la Iglesia indivisa destacan dos elementos del bautismo de Jesús: el bautismo de agua, que significa el nuevo nacimiento (nueva identidad), y la unción del Espíritu Santo, que significa la consagración para una misión. Pascua y Pentecostés se convierten en un único acontecimiento en el bautismo.
El bautismo de Jesús es icono (imagen teológica) del bautismo del cristiano: Jesús es proclamado Hijo amado y lleno del Espíritu Santo para anunciar y hacer presente el Reino de Dios. De este modo, la persona bautizada en la fe de la Iglesia es ungida por el Espíritu para continuar la misión de Cristo y es reconocida como Hijo/a de Dios.
El bautismo incorpora a la persona creyente en la comunidad de hermanos surgida de Pascua y Pentecostés: el Cuerpo de Cristo (comunión de comuniones), el Pueblo de Dios (pueblo de Pueblos), el Templo del Espíritu (unidad en la diversidad) y la sitúa en un orden, el de todos los fieles: la comunidad sacerdotal, que tiene como existencia vivir en comunión con Dios y los pobres, y como misión entregarse generosamente para que seamos una fraternidad libre y solidaria.
Por eso es importante que, celebrando el bautismo del Señor, recordemos y valoremos nuestro bautismo, y así poder vivir y testimoniar lo que ya somos: una nueva existencia relacionada con la Trinidad y vinculada con la misión del Hijo y del Espíritu (las dos manos del Padre): la edificación de la fraternidad del Reino de Dios.

Jaume Fontbona