El sentido
La Eucaristía es el sacramento más importante, puesto que es el memorial del Señor Jesús, muerto y resucitado, que nos da por amor su Cuerpo y su Sangre, bajo las especies de pan y de vino. La palabra “eucaristía” significa “acción de gracias”. Se celebra cada día pero, primordialmente, el domingo, que es el “día del Señor”, conmemorando su resurrección. Ya desde el mismo domingo de la resurrección los discípulos y posteriormente la comunidad cristiana se ha ido reuniendo domingo tras domingo para celebrar la resurrección de Jesús. Al principio se denominaba “fracción del pan”, para pasar más tarde a llamarse “eucaristía” o “misa”, esta última recordando las palabras de despedida del celebrante en la misa en latín: “Ite missa est”. En la Eucaristía se actualiza sacramentalmente la muerte y la resurrección de Cristo: en ella Jesús se hace realmente presente.
El desarrollo
La Eucaristía tiene una estructura que se divide en dos grandes partes: la primera, la Liturgia de la Palabra, y la segunda, la Liturgia de la Eucaristía. Sin embargo también puede dividirse en cuatro partes: en primer lugar, los ritos introductorios; en segundo lugar, la Liturgia de la Palabra; en tercer lugar, la Liturgia de la Eucaristía; en cuarto lugar, los ritos conclusivos.
La Eucaristía se inicia con un canto inicial de entrada (o introito) –con una procesión de los ministros–, el saludo del presidente, el acto penitencial, el himno del Gloria, la oración colecta, la primera lectura (del Antiguo Testamento, excepto en Pascua que leemos los Hechos de los Apóstoles), el salmo responsorial, la segunda lectura, el canto del Aleluya –con una segunda procesión de algunos ministros–, el evangelio, la homilía, el Credo, la oración de los fieles, la preparación de los dones, la oración sobre las ofrendas, la plegaria eucarística, el padrenuestro con su embolismo, la oración y el rito de la paz, la fracción del pan, la comunión –con una tercera procesión, realizada por los ministros y la asamblea–, la oración después de la comunión, la bendición y la despedida –con una última procesión de los ministros–.
En la vida cristiana
La Eucaristía tiene una consecuencia para nuestra vida cristiana: nos da fuerza para vivir cada día con ilusión y alegría nuestra fe, a pesar de las dificultades que podamos tener, puesto que no recibimos un trozo de pan y un sorbo de vino, sino que recibimos el mismo Cuerpo y la misma Sangre de Jesús, que se entregó por amor en la Cruz, muriendo y resucitando.
La Eucaristía debe hacer de nosotros personas que sean cada día “eucaristía”, es decir, que llevemos amor, paz, fraternidad, solidaridad, perdón, tal como la Eucaristía está repleta de estos y otros elementos que el propio Jesús nos ha enseñado y que él mismo ha llevado a término en su vida.
La Eucaristía debe ser el centro de la vida cristiana, el acto más importante que tenemos los cristianos, la reunión dominical –y diaria– en la que Cristo se hace realmente presente entre nosotros y nos comunica su fuerza, su gracia para continuar caminando cada día para anunciar y testimoniar el Reino de Dios. La Eucaristía es la piedra que lanzamos al lago y las ondas que surgen de la piedra son la vida cristiana, que tiene su fundamento en Cristo Jesús, que se nos da por amor.