Estamos de lleno en tiempo de verano. El buen tiempo, el calor, las vacaciones, el ritmo de vida más tranquilo hace que sea un tiempo de relativa calma y relativa pausa. Sin embargo, nuestra vida de fe y nuestra vida litúrgica siguen como cualquier día del año: no existen unas vacaciones de fe o una especie de paréntesis en las celebraciones litúrgicas; es más, el verano es un tiempo idóneo para poder hacer algunos días de retiro espiritual, de oración más sosegada, de lectura sosegada y orante de la Palabra de Dios, así como poder participar en un clima más calmado de las celebraciones litúrgicas como es la misa diaria o dominical.
Seguimos: Eucaristía
En cuanto a la celebración de la Eucaristía, a menudo en este tiempo tendemos a hacer unas celebraciones más bien breves, más sobrias externamente, para que no nos afecte demasiado el calor –a veces sofocante– cuando la celebración se lleva a cabo en pleno día. Pero eso, que es comprensible, tiene su riesgo: el de disminuir o apagar un poco el sentido y la esencia de la celebración litúrgica. Es bueno que mantengamos todos los signos de la celebración para que todos, asamblea y ministros, vivamos con unción la celebración de la liturgia de Cristo y de su Iglesia.
Tratemos de ser acogedores, fieles y prácticos durante las semanas de verano para poder celebrar la liturgia con más calma, con más unción, con más participación para que cuando vuelva a empezar el curso escolar o pastoral sigamos en esta línea continua de haber aprovechado este tiempo estival para cargar las pilas de nuestra fe, habiéndonos alimentado de la Palabra de Dios y de su Cuerpo y su Sangre. ¡Animémonos a hacerlo por el Señor!
Josep Teixidó