LA ÚLTIMA CENA SEGÚN SAN MARCOS

(Jaume Fontbona – Misa Dominical) El evangelista Marcos narra la pasión y la muerte de Jesús el mismo día de Pascua, desde la Última Cena hasta la sepultura (Mc 14,12–15,47); así muestra que Jesús celebra la propia Pascua, el paso de la muerte a la vida. Más concretamente, el pan de Pascua, el cuerpo de Jesús entregado es la Palabra de Dios que se hace realidad. Y el cumplimiento de la Palabra de Dios significa la llegada del Reino, ya que el Mesías esperado por Pascua lleva a cabo el cumplimiento de la Palabra de Dios.

La acción simbólica de Jesús anunciando su muerte se ilumina de una inmensa esperanza en la novedad del Reino. Marcos une el motivo de la sangre de la alianza (Mc 14,24) con el motivo del vino del Reino (Mc 14,25). Jesús relaciona su Última Cena con el banquete del Reino con la imagen de la bebida.

Marcos presenta la Última Cena de Jesús no como una comida pascual judía, sino como la verdadera Pascua. Jesús es el liberador de la humanidad, ya que libera de la muerte. He aquí la comida pascual de Jesús que lleva a cabo el gesto del maná (dar vida). En otras palabras, Jesús es el Cordero de la nueva Pascua.

Por otro lado, Jesús está convencido de que se sentará en el banquete del Reino de Dios (cf. Is 25,6-9). Jesús cree en su resurrección (lo fundamenta en la Escritura: Mc 10,27; 12,18-27). Jesús cree que Dios, su Padre, intervendrá en su favor, por eso indica que volverá a beber el vino en el Reino de Dios. Por la muerte de Jesús, se abre el Reino. Jesús es procesado y condenado el sexto día, el día de la creación de Adán. Y Jesús resucita el primer día, el octavo día, el día del inicio de la nueva creación.