LITURGIA DE LAS HORAS Y ESPIRITUALIDAD

Artículo de Consol Muñoz publicado en la sección de liturgia de Cataluña Cristiana (7 de mayo).

En palabras del liturgista Dionisio Borobio: «La Liturgia es la realidad más viva y la expresión más elocuente de la vida de la Iglesia». Qué bien resumida, en una corta frase, la importancia de la liturgia para la vida espiritual de los que formamos la Iglesia, ya que en la liturgia celebramos, los cristianos, la fe de la Iglesia.

En primer lugar, evidentemente, están los sacramentos, particularmente la Eucaristía, pero no podemos dejar de lado todas las otras formas litúrgicas de profesar nuestra fe, como, por ejemplo, con la plegaria de la Liturgia de las Horas, que es una auténtica escuela de oración donde la Iglesia nos enseña a orar.

La Ordenación General de la Liturgia de las Horas, en su núm. 1, nos dice que «la oración pública y comunitaria del pueblo de Dios figura, con razón, entre los principales cometidos de la Iglesia». Es por ello que la oración de la Liturgia de las Horas no cesa nunca de realizarse, desde el uno al otro confín de la tierra. Es la oración perenne de los miembros de la Iglesia, para la santificación de todas las horas del día y de la noche, o sea, de todo el tiempo.

La misma Ordenación nos dice, en su núm. 22, que cuando los fieles somos convocados y nos reunimos para la Liturgia de las Horas, uniendo nuestros corazones y nuestras voces, visibilizamos a la Iglesia, que celebra el Misterio de Cristo. Por tanto, con cuanto esmero debemos preparar y celebrar dicha liturgia, para que nuestra oración sea, verdaderamente, visibilización de la celebración del Misterio de Cristo.

Por otro lado, como es responsabilidad de la Iglesia preocuparse de la vida espiritual de sus fieles, ella nos recuerda que «es verdaderamente deseable que la Liturgia de las Horas penetre, anime y oriente profundamente toda la oración cristiana, se convierta en su expresión y alimente con eficacia la vida espiritual del pueblo de Dios» (Laudis canticum, 8). Esto nos lleva a agradecer a la Liturgia de las Horas el alimento espiritual que nos proporciona en su celebración y, además, que nuestra oración personal pueda sustentarse, también, en ella.

La Constitución Sacrosanctum concilium nos dice a los religiosos refiriéndose a la Liturgia de las Horas: «Los miembros de cualquier Instituto de estado de perfección que, en virtud de las Constituciones, rezan alguna parte del Oficio Divino, hacen oración pública de la Iglesia» (núm. 98). Y en el núm. 99 añade de qué manera hemos de llevar a cabo esta oración, cuando nos dice: «Todos cuantos rezan el Oficio, ya en coro, ya en común, cumplan la función que se les ha confiado con la máxima perfección, tanto por devoción interna como por la manera externa de proceder». Esto último también lo han de tener en cuenta todos los laicos que rezan la Liturgia de las Horas en las parroquias.

Seguro que si vivimos internamente la espiritualidad que nos proporciona el Oficio Divino, la manera externa de celebrarlo también estará en consonancia, y lo demostraremos con una celebración digna, atenta y devota.