ACOGER UN NUEVO MISAL

Que los cambios en la liturgia son incómodos es una evidencia; cada vez que se produce uno se puede percibir en el ambiente eclesial —especialmente en el clerical— nerviosismo e inquietud.

El primer domingo de cuaresma de 2017 entra en vigor, en las diócesis de nuestro país, la tercera edición del misal en lengua castellana. La versión en catalán vendrá después, cuando esté lista su edición. Son varias las novedades de este nuevo libro y el enriquecimiento que supone para una celebración eucarística bien participada. Me temo, sin embargo, que la atención de la mayoría se quede fijada en el cambio de algunas palabras sacramentales sobre el cáliz durante la narración de la institución. Sería, sin embargo, una lástima que nos quedáramos atascados aquí.

Asimismo, también algunos sacerdotes se preguntan si es posible asumir la diferencia, en estas palabras sacramentales, según se celebre en castellano o en catalán, dado que en esta última lengua todavía está en vigor el texto de la segunda edición. Si se da el caso y la Santa Sede no dispone otra cosa, la respuesta al interrogante debe ser claramente un sí.

Esto nos lleva a considerar qué son los libros litúrgicos. Ellos son la manera como la Iglesia Madre pone en los labios de los bautizados la oración propia de los hijos. Por tanto, no debemos ver a los libros litúrgicos como un subsidio para celebrar, usados según convenga, sino la misma celebración en su estado más objetivo. Un fiel bautizado, «aunque sea sacerdote» —como nos recuerda el Vaticano II (cf. SC 22,3)— no puede, pues, «cambiar, quitar o añadir nada por iniciativa propia en la liturgia», no puede pronunciar unas palabras sacramentales diferentes de las que lee en el texto en vigor, independientemente de lo que vea escrito en otros libros editados para lenguas diferentes.

La incomodidad a la que antes aludíamos es, en definitiva, muy fácil de desvanecer, si cada ministro ordenado, con los miembros de la asamblea litúrgica que preside, se dirige a la celebración con una actitud serena y humilde, acogiendo los libros que son la oración de la Iglesia y no juzgándolos o corrigiéndolos. Hay que abandonar la impaciencia, dado que es una mala consejera, y dejar que, quienes trabajan para que estos libros expresen la fidelidad de dicha oración eclesial, hagan bien su trabajo durante el tiempo necesario. Mientras tanto, los bautizados continuaremos celebrando, con todo el sentido sacramental y gozo espiritual, según los libros vigentes, elevando una oración pura al Padre por Jesucristo en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia.

Tendremos, pues, a partir del primer domingo de la cuaresma de este año, un nuevo misal en lengua castellana. Sepamos hacer de esta «novedad» una ocasión también nueva para fijarnos más y mejor en los detalles de la celebración eucarística; releamos la Institutio para hacernos una idea más precisa, y enriquecer así nuestra manera de celebrar el sacramento cumbre,  según la voluntad del Señor y su Iglesia. Algunas diócesis, con su obispo al frente, han dedicado a esta actividad unas jornadas para ministros ordenados y laicos, con gran provecho.